viernes, 13 de septiembre de 2013

NOCHE DE LUNA LLENA


Dicen que la luna llena ejerce una gran atracción y un poderoso influjo sobre los que hemos nacido bajo el signo de cáncer, de la misma manera que lo hace sobre el MAR... y ambos...me embrujan.

Pues, érase que se era... una noche de estival luna llena, acudí a la llamada del astro. La cita era en en mar: un baño nocturno.

El mar me acogió bien, en un principio, aunque no tardó en tornarse violento y enfurecido.

 Sospecho que la luna, sibilina, ideó el plan, y el mar, primitivo y potente, lo ejecutó.

Esperó a mi despedida... y me impedía salir, me embistió cual toro de mihura, me arrinconó entre las rocas y se ensañó conmigo... traicionó mi confianza y me vapuleó hasta despojarme de mis prendas de baño.

 Logré salir... con "heridas de guerra", pero victoriosa... y defraudada... no me lo merecía... aún guardo rencor hacia ambos, el mar y la luna llena... aunque, siendo sincera, sé que ya los he perdonado.



EL MAR Y EL POETA

No ha respetado la noche,
ni el fulgor de las estrellas,
ni siquiera que la luna
luce brillante y plena.

Profunda garganta oscura
que traga cuanto le antoja y vomita lo que sobra,
que escupe, con rabia, espuma,
la deposita en la orilla, a la que muerde sin tregua,
extendiéndole sus garras.

Y le pregunta el poeta:

¿Por qué albergar ese odio en tus húmedas entrañas?
¿Por qué simular despecho sin motivo, sin razón?
Si es que ocultas en tu lecho algún amante traidor,
no lo podrás castigar con ardides ni con mañas.

El mar...
por toda respuesta, embiste,
como un poseso golpea, consciente de su bravura,
alzando su lanza en ristre
y expulsando su amargura.

Y el poeta desafía:

¿Acaso conoces tú los sinsabores y cuitas,
las angustias y el dolor
que atacan el alma humana?

¿Acaso es que tú has sufrido



en el corazón, desgarros...
y mordeduras y angustias
que el hombre, a la vida amarra?

¡No puedes ni comparar!
¡En lo tuyo no hay sentir,
sólo furia primitiva!
No sabes lo que es amar... ni perder... ni llorar...
¡ni vivir!
¡ni morir!

Te reto a que tú soportes
los jirones en el alma,
gritos, llanto, noche y muertes,
que cielo y tierra separan.

El mar no admite una réplica
y sigue bramando hostil,
y sacudiendo sin tregua
apenas sin distinguir
si la voz de quien le habla,
es amiga o enemiga.

Hondo el suspiro que lanza el poeta fascinado,
enamorado del mar,
a pesar de su fiereza
porque admira, sin mesura
su dominio y fortaleza.

Y así, dócil, con arrobo,
con dulzura manifiesta,
fruto de su hipnotismo,
el poeta le amonesta.

Murmurando por lo bajo,
se da, sin embargo, la vuelta,
con un pensamiento amargo:

“Pero sigues siendo hermoso
bravo o con mansedumbre.
Tu susurro me seduce,
tu bravura me enloquece...

Si eres espejo, me acunas,
y con olas, me transportas
a la cima de las cumbres”

“¡No hay razones para mí!
… porque siempre vuelvo a ti!”


Águilas, 17 de agosto de 2013.